¿Cuánto tiempo le dedicas al día a sentarte con tus amigos en una terraza, a hablar cara a cara, a escuchar sus problemas y anécdotas y a compartir tus experiencias con ellos en un entorno no-online? El tiempo que tardas en llegar hasta donde has quedado está fuera del cómputo. Ahora, echa las cuentas.
¿Cuánto tiempo le dedicas a las redes sociales, el e-mail no profesional, los SMS y los chats al día? La mayor parte de las veces que entras en Facebook “un minutito” y sales, en realidad han pasado siete minutos. Ahora, echa las cuentas. Sé sincero contigo mismo, y recuerda que no estamos hablando de calidad, sino de cantidad.
Incluso si eres de los afortunados con mucho tiempo libre y amigos con la misma disponibilidad, es probable que la mayor parte de los días pases más rato online que con ellos. A fin de cuentas, Internet nos ofrece una forma lógica y cómoda de gestionar nuestra vida social.
A veces nuestros mejores amigos viven lejos. Las redes sociales son un gran sistema para mantenernos en contacto con ellos hasta la siguiente oportunidad de verlos. Muy poca gente percibe como algo malo usarlas para estos casos.
Pero ¿y la gente con la que podrías quedar a tomar algo cualquier día? Nos da tanta pereza llamar que decidimos mandar un e-mail preguntando por las novedades, permitiendo que la otra persona responda cuando pueda. O vamos a casa directamente después del trabajo y en cuanto llegamos al sofá nos damos cuenta de que ya no nos apetece salir. O les felicitamos el cumpleaños, el ascenso, la boda… en Facebook en vez de intentar verles. Este comportamiento se considera antisocial e inferior. Todo el mundo puede tener cientos de amigos en una determinada red, pero eso no representa su perfil social offline. Exaltar esta forma de comunicación y defenderla por su comodidad, rapidez y su bajo nivel de intrusismo (tanto para el emisor como para el receptor) hace saltar alarmas.
Pero ¿qué alarmas? Se trata de las agujas de la alusión, que nos hacen responder: “Pues yo prefiero quedar a tomar un café”. Tenemos miedo a que piensen que pasamos más tiempo chateando que hablando. Lo curioso es que muchas veces estos comentarios aparecen en online. La verdad es que aunque nos gustan las redes sociales, nos decepcionan por el bajo ratio de socialización offline que generan. No nos gusta reconocer que pasamos la tarde en Tuenti cuando sabemos que tomar unas cañas es una forma más sana de relacionarse.
¿Y qué hace las relaciones offline más sanas que las online? La concentración. Al dedicarle a alguien todos los componentes de nuestro presente, nos involucramos en el momento y percibimos no solo sus palabras sino también su expresión no verbal (inexistente en la mayor parte de las relaciones online). Cuando nos comunicamos a través de un ordenador es poco probable que ésa sea la única cosa que estamos haciendo. ¿Cuántas pestañas tienes abiertas mientras lees este artículo? ¿Con cuánta gente hablas simultáneamente a través del MSN? La concentración humana es lo único que consigue transmitir empatía, y la empatía es lo que nos hace ser buenos amigos, vecinos, trabajadores, novios… Es insustituible. Admitámoslo. Si alguna vez has estado al teléfono con alguien que está comprobando el correo al mismo tiempo, sabes de qué estoy hablando. Somos conscientes de que la otra persona no nos está prestando toda su atención, y eso hace que nos sintamos menos importantes para él o ella.
Pero para mantener el número de contactos que queremos, ni siquiera nos llega con llamar. Y estamos demasiado ocupados como para ver a cada persona con la frecuencia que nos gustaría y dedicarles el tiempo que se merecen. De ahí lo maravilloso de las redes sociales: nos permiten involucrarnos en la vida de los que son importantes para nosotros y participar activamente en ella sin focalizar nuestra atención durante periodos de tiempo largos y seleccionando a través de sus actualizaciones aquellos contactos que tienen algo que contar.
Las relaciones offline son más enriquecedoras. No me cabe duda. Pero las relaciones online son más útiles y más prácticas ya que nos permiten mantener el contacto con toda la gente que ha pasado por nuestra vida. No nos avergoncemos de disfrutar de Facebook, de las interminables conversaciones frente al ordenador ni de comprobar el mail cada poco; pues son demostraciones de nuestro interés y compromiso para con los demás y en ningún caso excluyen quedar a tomar un café, sino que amplían el abanico de posibilidades de socializar.
Que nadie se dé por aludido. Disfrutemos con lo que nos gusta y usémoslo con criterio. Si quieres ir a tomarte una caña con tus amigos, hazlo. Facebook no te lo impide.